Trabajar
- Fem Cultura
- 31 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 may 2020
Daniel Garcia Lara
Todo está a oscuras. Se escucha un rumor de teclas rápido, muy rápido. Se crea un sonido uniforme del teclear, ya no se distingue cada tecla, es como si se estuvieran apretando todas al mismo tiempo. Se enciende poco a poco un cenital que deja entrever a la persona que está delante del ordenador. Las sombras de su cara son fuertes y agresivas, debido al único foco de luz que proviene del cielo. Debajo de su escritorio se encuentra una orquesta entera que se dedica a plasmar el júbilo que siente el ser que teclea. Alrededor del ser que teclea hay cuatro musas que cantan y bailan. A todo esto se junta que los vecinos salen a los balcones a aplaudirlo. La orquesta. Las musas. Los vecinos aplaudiendo. La página del procesador de textos se llena de letras, sin ningún espacio en blanco. Poco a poco se baja el telón.
Inspiración divino tesoro. La RAE tiene unas cuantas definiciones sobre la inspiración, pero una me ha llamado la atención y ha sido la siguiente: “ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura”. No me gustaría entrar en un debate metafísico, pero según esta definición, ¿puede un ateo recibir inspiración? ¿Cualquier criatura puede recibir inspiración? ¿Un perro inspirado? ¿Un gato inspirado? ¿Un Condylura cristata? ¿Uno se puede negar a recibir la inspiración? Y la pregunta más importante, ¿existe la inspiración?
Se suele tener la idea romántica del escritor/guionista que se sienta delante del folio a esperar a que la inspiración le llegue. Cuando le llega, su mano no para de recorrer la hoja, acompañada de varias lágrimas que la siguen de cerca, creando una estampa preciosa. Seguramente, en estos tiempos donde el tiempo nos abruma, debe de haber alguna persona esperando a que le suceda esto. Pues espera, espera sentado.
La inspiración se utiliza para desprestigiar la labor del dramaturgo, escritor, guionista. “No, es que me vino la inspiración y escribí una obra coral de veinticinco personajes con siete subtramas distintas que acaban todas en una gran metáfora sobre la sociedad actual”. No es que esa persona, en ningún caso, haya leído, estudiado y practicado un centenar de veces, ha sido sólo inspiración, ha sido sólo suerte.
¿Qué fue primero el huevo o la gallina? ¿Qué fue primero el trabajo o la inspiración? ¿Trabajar hizo que estuviera inspirado? ¿La inspiración me hizo trabajar? La inspiración no es la causa del trabajo, es la consecuencia. El problema de todo esto es la idea de Dios. La inspiración provine de Dios, del Dios trabajo. El estado de éxtasis que crea la inspiración es debido al trabajo, y este estado mejora el resultado final del trabajo. El trabajar es el principio y el final. El trabajar es el alpha y el omega.
Todo está a oscuras. Se escucha un rumor de teclas lento, pensando cada palabra, analizando cada escena creada. No hay musas que bailen. No hay orquestas que acompañen. Hay aplausos, pero sabe que no son debido a su persona.
Inspiración = trabajar^2
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